Parece algo inevitable, el mal que ha provocado el cierre de las antiguas salas de cine a lo largo y ancho del territorio nacional (concretamente una capital como Lugo NO tiene cines en el centro de la ciudad) ha llegado con especial virulencia a Madrid. En un ya antiguo artículo en ABC sobre el cierre del Benlliure en Goya pude leer una realista sentencia "Hacía años que no venía, pero le tengo mucho cariño porque iba mucho cuando era joven. Sus butacas eran muy confortables". Cierto, el primero que no me puedo quejar del cierre de las salas de proyección soy yo mismo, que en lugar de tener un blog sobre cine lo tengo sobre la televisión.
La última vez que acudí a un cine fue para ver "SweeneyTodd" de Tim Burton, película que me fascinó, sufrí una proyección bastante penosa y en una posición más que incómoda (piernas largas y espacio mínimo entre asientos): los cines del centro de las ciudades precisan una renovación integral, tanto de las instalaciones como en calidad de proyección: necesidad de olvidarse de las copias en 35mm y pasar de una vez a la proyección digital, más económica a la larga y muchísimo menos contaminante (no quiero ni buscar estadísticas de metros de película + litros de líquidos de revelado + kilos de productos químicos con los que se confeccionan los rollos de película, etc.).
Aunque la fotografía, tomada esta mañana en la calle Fuencarral, es "falsa" (quiero creer que estaban remodelando alguna sala del Roxy) si ilustra el presente de muchas otras salas que cerraron, cierran y cerrarán sus puertas en Madrid. Hoy mismo se ha anunciado que el "Palacio de la Música", en Gran Vía, correrá la misma suerte que su compañero "Avenida", aunque con la promesa desde el ayuntamiento de que se mantendrá su estructura y que, a lo mejor, acaba en manos de Caja Madrid con el fin de crear una sala de conciertos, ojalá.
El negocio de la exibición cinematográfica está en crisis desde el momento en el que el público comienza a acceder a otros medios para el disfrute de contenidos audiovisuales: la televisión, el mercado videográfico e Internet. Múltiples pantallas cada vez más pequeñas (la PSP es espectacular al lado de ipods móviles y demás dispositivos portátiles) por un lado y grandes por otro (popularización de los televisores de gran formato y los proyectores), que no hacen más que plantearle al espectador medio (familia) el desembolso que supone ir al cine un sábado.
¿Solución? Realmente complicada. Por un lado cuidar al cinéfilo que busca ver estrenos alternativos o clásicos en una pantalla en condiciones, y por otra al espectador que busca un gran espectáculo. Sobre este aspecto me vi metido en un duro debate en el que casi me convencen: el futuro del cine está en el 3D. No se si será verdad (los cines IMAX han pasado estas navidades de proyectar las versiones tridimensionales de "Beowolf" o la remasterizada "Pesadilla antes de navidad") pero si quieren que asistir al cine vuelva a transmitir las sensaciones que hace cien años lo llevaron a convertirse en lo que fue hay muchas cosas por cambiar. No vasta con lograr efectivos remakes (aunque adore a "Indiana Jones", "Superagente 86" e incluso a "Los Ángeles de Charlie"), ni comedias taquilleras (la retaila de "Scary Movie" e imitaciones que nos hacen ver "Hot Shots" como la obra cumbre del género) hay que innovar y sorprender aunque con un poco de imaginación
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